Si leyendo el título piensas “¿Y por quién si no?” significa que este blog va especialmente dirigido a ti. Quizás dentro de unos años esto sea una rareza, un humano dedicando su preciado tiempo a la redacción estructurada de texto en torno a una idea. Es desalentador ver cómo la Inteligencia Artificial desempeña esta tarea con tanta soltura, rapidez y certeza. Las personas como tú y como yo, que nos enfrentamos al folio en blanco con la imprecisión e ineficiencia típica de nuestra especie, nos encogemos de hombros ante semejante muestra de poderío.
En un blog anterior, os escribí acerca de la Inteligencia Artificial aplicada a la generación de imágenes y en concreto, acerca de sus implicaciones en el diseño industrial. Los resultados son igual de impresionantes.
El debate está abierto tanto en las redes sociales como en la calle. Los que no la han probado miran a la Inteligencia Artificial por encima del hombro, no será ni la primera ni la última vez que les venden la moto acerca de una tecnología que ha venido a reemplazarnos a todos. Los que sí la hemos probado tenemos una sensación de que esta vez es diferente. Cada vez que la IA nos entrega una imagen, un texto o cualquier otro output de excepcional calidad una parte de nosotros se niega a creer que no haya nadie detrás.
Sin embargo, ante este panorama, no son pocos los profesionales que deciden no quedarse impasibles. Miran a este monstruo tecnológico a los ojos y sin temor le declaran la guerra sin cuartel. Escritores, artistas, ilustradores y diseñadores se agrupan en asociaciones que promueven por redes sociales su ferviente discrepancia acerca de la distopía que se avecina. En un esfuerzo por conocer al enemigo, diseccionan su obra y encuentran ciertos patrones que apuntan hacía un punto débil. Goliat es fuerte pero no invencible, imagino que piensan mientras señalan en twitter los imperdonables fallos de las ilustraciones del libro “Alice and Sparkle”, co-escrito y co-ilustrado en un solo fin de semana por Ammaar Reshi y la IA.
Los caballeros de la cruzada respiran aliviados cuando hordas de haters se abalanzan encima del “”””””escritor””””””. No solo habían encontrado un talón de Aquiles, sino cientos de ellos: personajes de seis dedos, pérdida de coherencia en la narración, aberraciones, cambios de estilo repentinos. Una vez puestos los puntos sobre las ies, sólo queda esperar. Dentro de unos meses, la IA correrá el mismo destino que el metaverso, los NFTs o la criptomoneda aquella con el logo de un perro: cosa del “pasado”.
¿O quizás no?
Hace un par de años éramos pocos los que sentíamos que algo gordo se estaba cocinando en el mundo del machine learning. Cuando los primeros algoritmos empezaron a devolver imágenes o texto con un ligero, ligerísimo sentido, nadie pensaba que su oficio estuviera siendo amenazado. Las imágenes resultantes eran absolutamente terroríficas y los chatbots tenían el nivel de conversación de un niño de tres años. Pero, en realidad, la auténtica mágica sucedía por detrás, alejado de las miradas de los curiosos, los robots estaban aprendiendo. Aprender implica entender, analizar y corregir errores. Aprender implica mejorar. Este es el auténtico poder y potencial de las IAs, y parece ser que pocos son los que llegan a comprender sus implicaciones.
Goliat no está muerto, está entrenando. Y en esta fase del entrenamiento necesita del
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Imagino 2024 como un año más tranquilo, ha pasado la primera oleada de furor por las IAs y nadie, o casi nadie, ha perdido su trabajo. El club Anti-IA ha dejado de imprimir pegatinas. Han sustituido la espada por una tableta gráfica. A nadie parece interesarle las ilustraciones de niños con seis dedos o la redacción de textos bipolares, que lo mismo te dicen una cosa que la contraria. El mundo vuelve a ser tal y como lo conocíamos. Sin embargo, los superordenadores de las grandes compañías tecnológicas no duermen. Los datos se procesan a velocidades vertiginosas y la información se computa en forma de redes neuronales. Empiezan a emerger ilustraciones de personajes con cinco dedos, narrativas absolutamente coherentes, imágenes indistinguibles de fotografías… En un futuro no muy lejano la ejecución será impoluta.
Ante este inevitable devenir ¿Qué sentido tiene hacer críticas como las recibidas por el libro Ammaar Reshi? Criticar la calidad de las imágenes solo les permite ganar tiempo, poco tiempo. Entonces, ¿En qué lugar nos deja esto? ¿Quién está a salvo? ¿Dónde están los límites?
Ojalá tuviéramos la respuesta a estas preguntas. Mientras esas respuestas llegan, en Trem, lejos de intuir un futuro distópico que deje atrás a los nuestros, debatimos sobre el tema y hacemos una serie de reflexiones.
Del hand-made al human-made: La revolución industrial terminó con gran parte de los oficios relacionados con la fabricación en serie, pero no terminó con la artesanía. En muchas ocasiones es casi imposible saber si una pieza está hecha con la experiencia y pericia de un artesano o con la precisión de un proceso industrial. Son las imperfecciones incluso las que nos dan la pista de que algo es hand-made. Esta etiqueta no es sinónimo de menos valor, aunque la producción sea menos exacta y eficiente, sino de todo lo contrario. En el sector de la moda, mobiliario, decoración, vajillas… El handmade no es garante de mejores acabados, materiales o precios, pero sí es sinónimo de autenticidad, exclusividad y ciertos valores.
El gestor: Aunque la ejecución de la IA será excelente, nadie es únicamente un ejecutor. Seas ilustrador, diseñador, escritor o artista el trabajo profesional nunca es exclusivamente ejecutar. La toma de decisiones, el contacto con cliente, el estudio previo, la coordinación de equipos, la gestión del tiempo… Un buen profesional no es una excelente máquina, es mucho más. Y aunque todos estos temas puedan gestionarse de mejor forma utilizando una IA para tratar los datos disponibles con mayor exactitud, hemos visto suficientes películas de ciencia ficción para saber que en la toma de decisiones influyen más factores que el analítico. Desde criterios morales a preferencias personales.
El sesgo: Los humanos tenemos una base de datos muy particular. Ninguno tenemos la verdad absoluta, tenemos áreas muy vacías de conocimiento, otras a rebosar de información falsa y otras llenas de contradicciones. Gran parte de la información que tenemos es sobre nosotros mismos: vivencias, emociones, opiniones, ideologías, traumas.. Esta mezcla de datos está lejos de ser la más eficiente para un trabajo en concreto, pero es exclusiva y única de cada uno de nosotros, que no es poco. La mirada del artista o el tono de un escritor se moldean por esta serie de datos sesgados, incompletos y desestructurados. De ahí nace la inmensa variedad y diversidad de nuestras personalidades, opiniones, críticas y juicios. DALL-E 2 es capaz de “pintar” obras de arte exquisitas por imitación y alteración, pero nunca desde una mirada única y particular fruto de esta combinación aleatoria de inputs.
Los datos: Las IAs aprenden en función a una base de datos. Lo que no esté ahí no existe para ellas. Las mentiras que se cuentan como ciertas en las bases de datos pasarán a ser ciertas. No tendremos una vida suficientemente larga como para leer los libros, enciclopedias y páginas web que la IA puede estudiar en segundos. ¿Pero cuánto de lo que sabemos sobre este mundo viene de los libros o de internet? La especie humana tiene una capacidad limitada para retener información, pero también una excelente capacidad para obtenerla de las interacciones entre los nuestros y nuestro entorno. Las IAs pueden definir a la perfección lo que son las emociones, ¿Pero realmente pueden entenderlas sin sentirlas? ¿Puede un ciego ver a través de la descripción de un vidente? Un humano comprende el texto entrelíneas de una respuesta cortante, de una sonrisa o de una carcajada. Quizás Siri, Alexa o Google, crean saber mucho sobre tí. ¿Pero… saben “de verdad” quién eres?
Está claro que se están abriendo las puertas a un nuevo mundo. La ciencia ficción se convierte en ciencia a secas a pasos agigantados. Nadie sabe cómo transformarán las nuevas tecnologías el mundo en que vivimos, pero aún estamos a tiempo en ser partícipes del cambio. Las personas que vivimos en el mundo de hoy somos las encargadas de moldear el mundo de mañana. Desde hoy contamos con varias herramientas artificialmente inteligentes. El uso de ellas depende de cada uno de nosotros. Como dijo la tía May: “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”
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